Mi enemigo me reconoció inmediatamente. Vino corriendo y me dio un fuerte y cordial abrazo. “Que bueno encontrarte”, me dijo en un murmullo, “ya me estaba quedando sin odios”.

¿Nunca te pasa que el techo te aplasta?¿Que sos una broma que te hace reir?¿Que vas por las calles de tuscaprichos más sólo que un puercoespín?¿Nunca tuviste calambre en las venas?¿Vergüenza en los dedos? ¿Pereza en la fé?¿Hiciste las paces con toda la gente que nunca pudiste ser?Una vez era feliz, pero ya me cure , ahora sé tomarle el pelo a mis tristezas


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